Las primeras armas arrojadizas fueron piedras, seguidas de javalinas lanzadas a mano y posteriormente en el neolítico superior con atl atl.
Las piedras posteriormente fueron lanzadas con hondas, primero de tira, y seguramente de manera posterior las hondas de palo. Las cuales se puede ver que estaban en uso en la edad media. Las armas arrojadizas generalmente fueron usadas por las tropas ligeras e irregulares, las cuales no tenían equipo y entrenamiento suficiente para luchar en formación, por lo que fueron el arma de los guerreros irregulares de la antigüedad.
En la edad media es importante hacer notar que los arqueros cretenses, los honderos baleares y los almogávares eran tropas ligeras que se utilizaban para incursionar en territorio enemigo y utilizaban armas arrojadizas con gran destreza para sobreponerse a las desventajas de no llevar armadura.
Posteriormente surgió el cañón de mano y la miriada de derivaciones como arcabuces, mosquetes, medias culebrinas, espingardas y pistolas. Todas utilizando un sistema al principio de mecha, y posteriormente de llave de rueda y luego de chispa, con variaciones locales como el miquelete y el snaphaunce.
La gran revolución llegó con el sistema de percusión y posteriormente el pistón, los cuales permitieron crear armas que usan la munición y el propelente agrupados en un cartucho. Lo que permite llevar la munición junta, minimiza accidentes y permite disparar en condiciones de humedad.
Esto ha traído una cierta evolución en las tácticas utilizadas, pero no tan profunda como podríamos llegar a suponer. Ya que las mismas tácticas utilizadas para cazar un ciervo o atacar a la tribu de al lado tienen contrapartes en las tácticas utilizadas actualmente. Por lo que un buen arquero inglés, un almogávar y un ranger podrían entenderse perfectamente en el campo de batalla (obviando el lenguaje).
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